¿Alguna
vez habéis aceptado algo sin entender porque, de buena gana?
Por
poner un símil actual, ¿Aceptáis todos los recortes a nivel de salud o
educación que el gobierno esta aplicando, sin apenas explicaciones, de buena
gana?
¿Os
ayuda a entenderlo el hecho que cuando protestáis en la calle os griten o
empujen?
Esta
claro que es un ejemplo muy extremo, pero ideal para explicar porque es tan bueno
gritarle a tu hijo, cuando no quiere obedecerte.
Los
niños, con frecuencia, son exasperantes, les repites las cosas muchas veces,
levantas la voz para ver si te entienden, intentas explicarles pero no te
escuchan, y hasta que no pegas cuatro gritos no te prestan atención, entonces
te toman en serio.
¿Qué les
pasa?, ¿Son duros de oído?
Desde
luego que no, los niños, como seres humanos individuales, realizan una
valoración muy distinta a la tuya respecto a la importancia de las cosas, por
ejemplo, como ordenar los juguetes, ¿no es mucho más divertido y cómodo
tenerlos a mano por la habitación que en aburridos baúles o cajones? Y desde
luego, no le expliques que el puré de verduras tiene vitamina A, B y C, y es
súper sano para el / ella, porque por muy sano que sea, no sabe a chicle.
Y
sinceramente, por muy alto que lo digas, seguirá sin entenderlo, al final
posiblemente te obedecerá, no porque lo comparta, sino porque se lo ordenas.
Repito ¿Cuándo fue la ultima vez habéis aceptado algo sin entender porque, de
buena gana?
Y desde
luego, ¿Qué crees que sucederá cuando ya no tenga miedo de los gritos, y por lo
tanto le de igual?
Vamos a
empezar hablando de lo que ocurre en los hijos/as cuando les gritamos:
¿Qué pasa cuando les gritas?
Lo
primero que has de tener en cuenta es que por mucho que levantes la voz:
- Tu hijo no te entenderá mejor
- Le estas transmitiendo nerviosismo, y posiblemente
acabe llorando
- Cuanto más grites, más síntomas de estrés le
estarás provocando
- Cuanto más grites, más problemas de conducta
tendrá y por consiguiente más te desobedecerán
- Más problemas tendrán para relacionarse con sus
semejantes, ya que aprenderán que el chillido es una herramienta para mandar,
dando lugar a relaciones de abuso de poder en vez de relación entre iguales
- Es bastante probable que en la edad adulta
presenten alguna patología emocional, como estrés, ansiedad, depresión, etc.
- De ningún modo seguirán el camino que quieres que
sigan, ya que cuando gritas pierdes la razón de lo que dices y el mensaje no
llega.
Y
después de todo, seguirán sin escucharte, es posible, incluso, que sientan un
resentimiento crónico hacia ti, ya que no acabarán de entender el motivo de tu
comportamiento.
Llegados
a este punto, seria interesante que nos planteásemos la siguientes
pregunta:
¿Alguna vez alguien te ha echado bronca, sin
entender porque?
Sí la
respuesta es afirmativa, la siguiente cuestión seria
- ¿Aprecias
a esa persona?
- ¿Te gustó
que te hablara de ese modo?
- ¿Entendiste
porque te habló así
Ahora
que ya hemos conseguido ponernos en el lugar del oyente y nos hemos dado cuenta
de que quizás es absurdo gritar para que nos entiendan, seria interesante
hablar de cómo hacerlo de otro modo, sin recurrir a elevar la voz.
Entonces, ¿Qué hago?
Con un
poco de PACIENCIA, bueno, con mucha, puedes aprender como obtener la
colaboración de tu hijo.
A veces
es difícil controlarse, y más cuando llegamos a casa cansados de la jornada
laboral, todo esta revuelto, no nos
hacen ni caso, etc. En ese instante, fruto de la desesperación, sale el “grito” de forma automática, es
incluso, desestresante, pero no nos ayuda en nada, ni a nosotros, ni desde
luego, a ellos.
Vamos a
visualizar ahora la situación dese el
punto de vista de un niño/a:
Imagínate....
“llegas a casa cansado / a del colegio, no esta mamá o papá, por lo tanto,
decides jugar con tus juguetes para pasar el rato, de repente llega mama, genial!!, por fin
podrá jugar conmigo!!!, pero ella está cansada de trabajar y me manda a mi
habitación y luego me dice: recoge!,
lávate las manos!, al baño, ponte el pijama!, como el puré (argggg!!), lávate
los dientes, vaya rollo!!!!……”
Tus
hijos necesitan de tu presencia y tiempo. Prioriza entre lo que es urgente e
importante, lo que es importante, y lo que puede esperar. No somos súper
mujeres / hombres, no te líes a hacer mil cosas en casa cuando llegues de
trabajar, baja las expectativas, las obligaciones…
Siéntate
con ellos, juega un rato, invítales a colaborar para hacer la cena, si ya son
un poco mayorcitos, explícales porque se hacen las cosas, que el baño no sea un
ritual, sino otra ocasión para disfrutar y jugar juntos.
En
resumen, si quieres que tu hijo obedezca empieza con motivarle, refuerza las
conductas que pretendes inculcarle (si un día recoge un libro y lo pone en su
sitio, no veas solo que hay cinco libros más en el suelo).
Y por
encima de todo ACEPTA que no es un
adulto, es un niño, quiere jugar, saltar, hacer cosas divertidas…., también ha
de haber espacio para disfrutar. Y cuando sea hora de recoger, SE PACIENTE.
Paqui Martín
Isabel Verdejo
Psicólogas de PsicoEspai