Estamos
en una sociedad aparentemente abierta, en la que hemos de estar
continuamente adaptándonos a los cambios de nuestro entorno, en la
que
apenas se lucha por lo que se desea, en la que a veces no se sabe lo
que se necesita y es que en realidad, nos queda mucho por aprender...
Nos
hemos acostumbrado a utilizar etiquetas muy generales para definir
conceptos porque de este modo nos resulta más sencillo comunicarnos
con los demás. Es cierto que de este modo nos ahorramos muchas
explicaciones y compartimos una visión más o menos parecida del
mismo concepto, pero esta manera de clasificar las palabras induce
frecuentemente a errores y falsos prejuicios. Un caso claro de lo que
intento exponer es el caso de la figura del psicólogo, que crea una
idea errónea de lo que es su profesión.
Tiempo atrás los psicólogos
estábamos bajo la etiqueta de “esoterismos y ciencias mágicas”,
dando una visión surrealista y poco necesaria de nuestra profesión.
Se creía que estos profesionales de la salud, con dotes
paranormales, a simple vista ya conocían a las personas y lo que les
iba a ocurrir. No es de extrañar que bajo esta visión se nos
colgara el título de estafadores, ya que la información que puede
extraer un psicólogo mirando a una persona, no es tan distinta a la
de cualquier otro que observe de manera activa.
Tiempo más tarde y bajo el manto de
“profesión inútil” nos encasillaron en meros oyentes de lo que
les sucede a las personas. No es raro observar en los medios de
comunicación, la figura del psicólogo en un despacho junto a un
diván escuchando lo que el paciente le dice y dando consejos. Esta
visión dista mucho de la realidad, ya que no somos consejeros o
personas que se ganan la vida observando como otros “desnudan sus
sentimientos”.
He redactado este artículo con la
simple intención de hablarles de mi profesión y las personas que se
benefician de ella.
La profesión del psicólogo es muy
dura, pues trabajamos a diario con el sufrimiento humano. Cada
persona que nos demanda ayuda es atendida como única y exclusiva,
adaptándonos a sus necesidades y captando su realidad. Nuestro
trabajo consiste en estudiar al otro, sentir su dolor, experimentar
sus emociones, ver a través de sus ojos y escucharle como ni si
quiera él es capaz de escuchar. Gracias a toda esta información y
su experiencia en el manejo de las emociones y sentimientos, el
profesional proporciona las herramientas necesarias para que el
paciente pueda “por él mismo” superar su situación actual y
mejorar su calidad de vida.
En la vida real, las personas hemos
de aprender a adaptarnos al dolor, al sufrimiento, a la ansiedad y a
todas aquellas emociones desagradables que experimentamos a
diario.... la realidad es que las personas no toleramos el dolor y
nos cuesta muchísimo aprender a gestionar emociones que no deseamos
tener, nos encontramos con una lucha eterna entre lo que deseamos y
lo que sentimos. Aquí es donde entra mi profesión.
Cuando las personas nos lesionamos
físicamente, no tenemos ningún problema en asistir a nuestro médico
de cabecera para que nos alivie el dolor. ¿Porque no somos capaces
de ir al psicólogo cuando nos duele algo en nuestro interior que no
sabemos apenas localizar?
Las personas que asisten al
psicólogo son TODAS AQUELLAS QUE DESEAN POR SI MISMAS CONOCERSE Y
APRENDER A MANEJAR MEJOR SU DOLOR Y SUFRIMIENTO. QUE DESEAN DETECTAR
SUS PUNTOS DÉBILES Y MEJORARLOS.
Mi intención no es convenceros de
nada, simplemente hablaros de mí y a lo que me dedico. Por cierto,
mi nombre es Isabel y soy psicóloga.
Aprovecho para felicitar a todas
aquellas personas que lejos de prejuicios y etiquetas me han
concedido el placer de conocerlas y me han permitido ayudarles.
Muchas gracias.
Isabel.
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